lunes, 23 de marzo de 2015

A más de un Mes.

A mas de un mes, del regreso de este viaje y en la quietud de un lunes feriado me dan ganas de escribir y contar que me paso mientras transcurrían los días de este raid. 
No es solamente cumplir un objetivo mas, un viaje anhelado ó un viaje soñado, es vivir en paz y en armonía, estar en contacto directo con la naturaleza y sentir sus inclemencias y hacerse amigo de la lluvia y el viento del calor o del frío buscándole la forma sin ningún animo de enfrentarlos sino de convivir con ellos de otra manera no hay posibilidades de lograrlo.
He tenido situaciones límites allá en nuestro Sur tan hermoso y tan indómito, pero eso me lo guardo para mi, por que creo que en un punto sonaría hasta omnipotente y no es mi intención. Lo único que puedo decir es que si se logra jinetear el viento y no te saca de la ruta enviándote a un caída que puede llegar a ser fatal, quiere decir que te hiciste amigo del vendaval y vas a poder continuar, pero siempre atento y haciendo lecturas posibles para que no te agarre desprevenido.
La moto no fue mi medio de transporte, fue mi vida, mi compañera, mi amiga por que me fusione y hasta he tenido conversaciones con ella. Aprendí a escuchar sus dolencias, cure sus heridas después de cada batalla y al otro día como un fiel corcel su motor iniciaba la marcha con un solo arranque y rodábamos sin consultar que nos esperaba dejando que el día nos sorprendiera en el andar librando las vicisitudes del camino donde la tarde sobre el cielo teñida de color ó el arco iris librando su batalla contra el sol. Llenando toda el alma de sensaciones un festival de imágenes imborrables como aquel amanecer por Puerto Deseado donde el Astro Rey con sus primeros rayos vaticinaban el inicio de un nuevo día espantando los fantasmas de la noche en sombras o la Cuesta de Miguez con fondo del Lago Argentino. 
El calor de aquella gente que encontré en el camino siempre con palabras de aliento, en Río Colorado, en Península, en Comodoro, en Gallegos, en Turbio, en El Calafate, en Esquel y en tantos lugares, como aquella pareja que detuvo su marcha para saludarme o el calor de unas sábanas blancas abrigando mi cansancio para iniciar un nuevo día con un desayuno especial para este motoviajero y me encontró Mendoza extenuado; bebí  su néctar suave que saciaba mi áspera garganta de viento y tierra. Para caer rendido después de un largo andar entre curvas y hondonadas perfectas que me erizan la piel cuando lo recuerdo. 
El último tramo interminable,  hasta llegar a mi olores de siempre, el encuentro con mi familia y el abrazo eterno de mis seres queridos, hasta que me encuentre un nuevo desafió que por supuesto ya esta planeado.